RITOS ÍNTIMOS EN LA VOZ DE LA SACERDOTISA...

Rituales poéticos en la voz de la Sacerdotisa...

Ritos Íntimos en la voz de la Sacerdotisa...

Entero, mío, erecto...

Mensaje a los lectores de mi blog.

Estimados Lectores: Mi blog no contiene imágenes porque mi intención es rescatar la seducción de las palabras. La poesía erótica justamente y según mi opinión, predispone a la fantasía y a la imaginación de quien lee y de quien escucha, ya que el género lírico fue concebido para ser recitado. Si la contaminamos con imágenes, estaríamos cercenando esa idea esencial y el valor del verbo.
Por otro lado, se deduce que todo se puede decir; sin embargo, lo que importa es cómo se dice.
Un poema erótico no es la escritura de una serie de onomatopeyas que dibujan el encuentro sexual, el verdadero talento en este terreno consiste en poner esos sonidos tan excitantes en palabras, de tal forma que el cuerpo se sacuda.
Una vez más, les agradezco su presencia aquí.
Mónica

OBSEQUIOS DE AMIGOS POETAS

(…) todo el sentido de la mujer está puesto en tu encanto (…) me tomo el atrevimiento de entregarte mi sueño de amor en una poesía que te adjunto, (…) para ti, porque tú guardas, creas o no, la esencia de mujer que un hombre pueda soñar. A ti, mi mensaje...

  Esencia de Amor


Porque mis manos acarician tu piel,
porque tus ojos reposan en los míos,
me siento dueño de tu mirada fiel,
me siento hombre, y por eso río.
Soy de tus besos el fiel mendigo
y el amo insaciable de tu único sueño,
soy aquél que en bendito silencio te digo
cuánto quiero ser tu deseado dueño.
Soy el duende que te sigue en la sombra
para llenar de besos tu inocente boca,
soy el hombre que de sus labios nombra
a la única musa que mi palabra evoca.
Eres tanta cosa mujer, eres todo y nada,
relámpago en la lluvia, en el mar, la calma,
eres rocío en la pradera, mi niña enamorada,
de mi pecho el corazón, de mi cuerpo, el alma.
De la oscuridad, el abismo, del albor, la diana,
del atardecer, la paz, del silencio, la esperanza,
eres calor y frío, nieve casta en la montaña,
tu voz, un coro de ángeles, sinfonía de alabanza.
Eres el espíritu de la palabra bella,
la esencia del amor, la mujer más amada,
eres mi sol de mediodía, de mi noche, estrella
con magia de musas, naturaleza de hada.

¡Ay, si descubriese el secreto que tu mirada tiene!
¡Ay, si descubriese tu forma de amar!



Sueños de amor 

Te estás peinando detrás del espejo
en la perfecta quietud de mis sueños, 
entre vuelos bajos de blancas gaviotas 
que mecen sus alas hacia mares sureños. 
Y de sonidos lejanos de una ola perdida 
que se precipita en el abismo de tu acantilado,
quién sabe adónde están ahora los confines 
de los sueños nunca soñados y olvidados. 
No te esfumes ya entre mis almohadas 
ni juegues en el umbral de mis sombras, 
cuando despierte mis ojos te buscarán
hallándote en la luz que tu imagen esconda. 
La noche nuestra pronto llama a su olvido 
y en rondas extrañas partirán las quimeras,
caminarás hacia donde te exhalen los vientos,
allí en donde te imaginé la vez primera.
Y sin percibir la profundidad de tus ojos, 
ni haber bebido aún el néctar de tus labios, 
sin ni siquiera saber que existes, mujer, 
no te vayas...no te vayas porque aún yo te estoy soñando.

Luis Alberto L., Provincia de Córdoba, Argentina. 18/09/2010

¡¡¡MUCHAS GRACIAS, LUIS ALBERTO!!! ME SIENTO HALAGADA.

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DE  AMOR  Y  PIEDRAS


POR: JOSÉ DÍAZ CERVERA


OVERTURA CON UN REDOBLE DE TIMBAL


Camino sobre el párpado que me regala su emoción

mientras se arruga el viento.

Alabado sea el humo entre las alas de una leche inútil.


I


Me abandoné a las nubes para tocar las espigas de tu oreja,
domestiqué unas moscas para espantar los rabos de la luz
y robé de un pueblo al que no has ido estas palabras.

Mientras estallan mis silencios,
preparo el terciopelo y los cuchillos
para cuando se rompa el sol filibustero.

Ya no me bastará con el desdén.
    
Ya no me bastará con la ceguera.

Estoy aquí,
                   mamífero en tus calles,
                   mamífero en la niebla que cuelga de los rostros,
inventándome el tacto.

Es abril en la resaca de los besos,
    piedra y nauyaca de la sangre:
                                   flema.
   

II


Has castigado mi carne con tu aroma
y ahora voy de la levedad a la catástrofe.

Dime cómo te llamas,
                                     paloma de la lluvia,
depón tus cicatrices entre la astilla de mi aliento
         y regresa a la luz
antes que el huracán nos recuerde las edades de la usura.

Aquí ya no me cabe decir que lo real son estas piedras
                                         que salen de mis ojos.

Pero algo sé del dolor cuando la noche besa tus sandalias. 


III


Algo conozco también de los gestos del relámpago
si persisto en los trazos de tu aroma.

Has estado sin mí
       y a mí sólo me toca
       esta acidez bajo la piel del cráneo;

              quememos entonces la ciudad:
vayamos por las calles incendiando vísceras de flores
para aprender que estar desnudos
no es solamente una feroz manera de extinguirnos.

Quememos el aroma para domesticar las hojas del laurel.

                 

IV


Mejor hubiera sido no volver;
mejor hubiera sido quedarse en las cuarteaduras del insomnio,
esperando la fecha del silencio incircunciso de la muerte.

Si un parpadeo es una inhumación,
si un pozo es una rosa:
¿para qué entonces la pezuña del sueño y la palabra?
                                               ¿para quién?

Abrazo la cal
y mi dolor es albacea del mundo.

Mejor hubiera sido deshabitar esta candela,
                      esta sucia candela
y estos pájaros.


V


Caen al suelo las miradas
cada vez que en una golondrina muere un ángel;

         son una sílaba de Dios,
son una huesa lluvia tiritando en la punta del cigarro.

Entre nuestros párpados y el suelo,
        las miradas se descubren pellejos de agua endurecida
    y no admiten ninguna transparencia que no sea
    la de la hiedra y su espesura:

         son una sílaba de Dios,
son una huesa lluvia tiritando en la punta del cigarro.


VI


Diosa del silbo y del monzón:
entre los dedos de tus pies mi paladar dejó los apellidos de la albahaca.

¿Cómo llevarte entonces al pudor del suero?

Si no existiera este temblor,
       yo te daría con la amnesia de la luz mi fiebre de otras alas;

pero tú duermes en un liquen soñándote cáñamo y murmullo,
tu cortina es llovizna dormitando a la sombra del olvido
y yo soy un ciruelo sin pelo y sin ejércitos,
  buscando una manera de nombrarte sin violentar las jaurías del arroz.

Cuando el sueño nos arranca de los sueños,
      sólo quedan en el vapor
las asperezas de un bemol extraño.
                

VII


Una mitad de mí vive en el canto.

La otra muere entre la arruga inmemorial del horizonte.

Cada que el azafrán me remuerde la inconciencia,
           soy como un piano altivo:
así subo al dolor,
así bajo a los chivos del silencio.    Así
dibujo la tierna ortografía de tus caimanes.

Alabadas sean por eso las piedras con que tropecé:
alabada aquélla que besó la orfandad de mi sonrisa
y la que se apiadó de los espejos.

                Llagado de ti,
llagado por la transparencia de tu sombra,
                 me convertí al ateísmo de la luz.


VIII


Mandíbula en el topo de los besos,
mordida en las mordeduras del abismo:
quince pesos de labios,
quince pesos de astillas para inventar la obscenidad de la cebolla.

                                  Espuma sagrada de la espuma,
tu soledad es una habitación donde llovizna.

Relámpago en los pliegues antiguos del relámpago,
                 terraplén y sumatoria del aturdimiento,
este largo silencio es mi desnudez y mi divisa.

Tos en el suero de la tos,
quince pesos de nubes:
el desamparo me reventó los ojos.

Sigo cantando para que se me limpien los latidos.


IX


Lobo y espejo,
vengan mis sánscritos delirios a explicar:
venga el alba,
vengan el agua y el azogue,
                       los coleópteros de voz entrecortada
           y los alacranes con pandero:
ella pidió mi mano
    para quemarla, para morderla,
para darle mis dedos a la lluvia,
para ponerla en cruz bajo su voz;

ella pidió mis ojos para que fueran novios de sus uñas
    y mis palabras para que fueran novias de sus ojos.

Vengan los ojos y las uñas,
           vengan, pues, los colmillos y la ausencia.

Me persigue el veneno,
   me persigue el veneno.


X


Música de beso corto para un fagot y seis sirenas,
música de petróleo enternecido:
¿en qué fuego, en qué ingle, en qué voracidad de calamares
nos sorprendió el aullido de la aurora?

Somos dos extranjeros tomándose las manos,
somos dos mares inventando la lluvia y las tijeras,
somos esta canción de cuna de los mingitorios.

Música de besos largos para un trombón y seis adioses,
música del verano que se pudrió en los manicomios:
ya no quiero esta luz,
        ya no quiero esta luz impertinente;

quiero perderme en un pezón,
quiero desvanecerme en la neblina.







                                                                         Lejos de aquí.

¡¡¡MUCHAS GRACIAS, JOSÉ!!!