Alessandro Safina canta para mí...
You come to my senses
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ABSOLUTA ®©
Absoluta y sideral
transito tus fronteras viriles mientras recorres mis sabores,
acunando tus miradas entre los vaivenes de mi regazo.
Absoluta y cósmica
me desarmo en caricias
que aceptas y deslizas
por la calidez estremecida
de tus sentidos.
Entonces,
soy de nuevo absoluta,
en el instante temporal y húmedo
en que el rocío de la carne
recoge las sendas de tu pasado.
Absoluta y constelada,
descubro tus signos,
recojo tu contrato y me entrego,
extasiada y purificada
a tu sexo que me espera.
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EXPLORACIÓN®©
Mi mapa te explora.
Yo te exploro.
Mis dedos bosquejan caminos para sondearte
en el interior de mis lúbricos atajos.
La brújula de mis océanos marca todos los horizontes
en el abismo despedazado de tus técnicas profanas:
Hombre – mujer – sexo – imagen
sementera de analogías,
de escollos y espesura.
Yo, cuenca sediciosa,
cálida,
desbordante,
ligera…
Delirante mujer que concluye míticas locuras
en acrobáticas dagas que lanza a tus espacios,
reservados a tus llamas que se encienden
y frente a mí, se apagan.
Dejo que me explores,
que cubras de rocío
mis noches negadas
y develes en mis licencias,
la dulzura feroz de mi alma.
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®©Descorro las cortinas de tu piel,
mientras emerge de la mía
una ninfa sobornada por el deseo.
Extiendo la breve longitud de mi forma
a lo largo de la carretera de tus huesos,
desde los pies,
hasta tu pelo.
Mojo tus ojos con la punta de la lengua
y continúo el recorrido por la planicie de tu pecho.
Despojo del infinito tu esencia
y arraigo mi boca al circuito de tu nervadura.
Mi lengua soberana
estira tu pasión agasajada
y conducen tus dedos
hacia mis rebaños acuosos.
Súbitamente,
escalo a la cima entre
la forma dibujada por lo cóncavo y convexo,
y es entonces,
cuando chocan nuestras aguas,
en mareas de delirio
absorto y fosforecido,
y me entrego rendida:
mujer que derrama placer contenido
en el claustro de su cuerpo.
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®©Una somnolencia inmemorial
quiebra el flanco galáctico de la lluvia.
Me recuesto plácida sobre el sigilo de tus piernas.
Sobre el techo adormecido de la casa blanca
una nube descarga su dolor temporal
y fulgura el cielo naufragado
un brebaje estacionario
entre el cielo semidesnudo
y la fatalidad.
Remotamente,
desde la vitrina del cosmos
me reclino para cotejar tu cataclismo viril.
Íntimamente,
me agasajo con la sentencia de la realidad:
El aleteo de mis labios
soslaya la puja inevitable de los opuestos.
Vos, adormecido por mis sabios intentos.
Yo, subastando el encuentro
pdiéndote más más más
más para gritar el éxtasis furibundo
junto con los rugidos,
cabalgando las exhaustas maniobras del sexo.
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®©Abrí de par en par
las puertas selectas de mi sexo
y deseé tu espalda
en contra del techo mudo de aquella casa.
Y desde la vorágine del alumbramiento inicial
de la creación
alcanzamos el milagro
que se extendía en tu entrepierna
y se mecía en mis entrañas.
Mientras, disociaba el estanque del destino
que madura la razón de las mentiras.
Mas la causalidad hizo justicia al placer
y los orgasmos intervinieron
para expiar tu culpa generosa
ante la deidad de tu pasado.
Sí, el instante marcó
jadeante
la apocalíptica contención de mis aguas
y, siniestramente,
me convertí en prostituta,
amazona que te cabalgó el pecho
y te arrastró por la corriente de las sábanas.
Nuestras fuentes cosecharon
susurros y gemidos
que aplacaron la decisión del destino
y derrocharon traición con la lengua.
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