®©Enjugó sus lágrimas grises
de cansancio el cielo opaco
agotado
y trémulo
por los lanzazos candentes del verano rojizo.
Ató su cabellera iracunda el viento que sopla el golfo
con furia disimulada
de brisa pasajera.
La tarde plomiza se desplazó sobre Mérida.
Una impecable tristeza se hace eco en mi garganta
y ensaya tonos de llanto,
gritos,
sangre agolpada en las sienes
que pugna por escapar
transformada en relinchos de yegua acorralada.